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La depresión va más allá de la tristeza pasajera

Un estado depresivo va más allá de la tristeza pasajera y no se supera solo con fuerza de voluntad. La persona puede sentirse atrapada en un vacío emocional, a pesar de los consejos tipo Mr. Wonderful: «si eres positivo, el mundo te sonríe».

Sigue leyendo y te explicamos realmente qué es, cómo se manifiesta y cuándo es recomendable pedir ayuda profesional.

Depresión: síntomas, causas y cuándo pedir ayuda​

La difícil tarea de "echarle ganas"

Imagínate despertar cada día sintiendo un peso invisible sobre ti. Te dicen que “le eches ganas”, que seas más positivo, que otras personas lo tienen peor. Pero tú apenas logras reunir energía para salir de la cama. Esta es la realidad de muchas personas con depresión: no se trata de falta de voluntad ni de no valorar la vida, sino de una condición médica y emocional compleja que dificulta incluso las tareas cotidianas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que alrededor del 5% de los adultos en todo el mundo padecen depresión, lo que la convierte en un trastorno mental común y una de las principales causas de discapacidad a nivel global. Si te sientes identificado/a con esta situación, no estás solo/a. Entender qué es realmente la depresión –y qué no lo es– es el primer paso para desmontar mitos, aliviar la culpa y buscar la ayuda adecuada

Vamos a intentar abordar este artículo con un tono empático, cálido y profesional, libre de tecnicismos innecesarios. Queremos que, al leerlo, sientas que alguien por fin te entiende.

Vamos a intentar explicar algo que creemos muy importante: qué caracteriza a la depresión en contraste con la tristeza normal. Como hemos introducido, la depresión es una condición médica seria que debe ser diferenciada de la tristeza pasajera.

Además, exploraremos los tratamientos con respaldo científico –como la psicoterapia y la medicación– y la importancia de un buen vínculo terapéutico

¿Qué es (y qué no es) la depresión?

La depresión (conocida clínicamente como trastorno depresivo mayor, entre otras formas) no es simplemente estar triste o desanimado un par de días.

Todos experimentamos altibajos emocionales; la tristeza es una respuesta humana normal ante pérdidas o dificultades. Pero la depresión va más allá.

Estar triste no es lo mismo que estar clínicamente deprimido:

    En el duelo por la muerte de un ser querido o tras un fracaso, por ejemplo, las emociones dolorosas suelen venir en oleadas y a veces se entremezclan con recuerdos positivos; además, en esas circunstancias la autoestima suele mantenerse intacta.

    En cambio, en la depresión esas sensaciones negativas son más constantes e intensas, duran al menos dos semanas seguidas y van acompañadas de una pérdida marcada de interés o placer por la vida cotidiana. La persona con depresión suele sentir un vacío persistente, apatía o desesperanza que no logra sacudirse por mucho que quiera. Esto afecta significativamente su capacidad de funcionar en el día a día – en el trabajo, los estudios, las relaciones y el cuidado personal.

*Si estás triste, frustada, cansada, desbordada…esto también merece atención, espacio y cuidado, pero no es lo mismo, y debe ser diferenciado*.

Síntomas más frecuentes de la depresión

No todas las depresiones son idénticas. Existen diferentes formas y matices clínicos; algunos de los síntomas más comunes son:

Estado de ánimo deprimido la mayor parte del día: sentirse triste, desesperanzado/a, vacío o incluso irritable de forma casi continua.

Pérdida de interés o placer en actividades que antes se disfrutaban (anhedonia). Todo parece aburrido o sin sentido, incluso cosas que solían entusiasmarte.

Fatiga y falta de energía casi constante. La persona se siente agotada física y mentalmente, a veces apenas al levantarse.

Alteraciones del sueño: insomnio (dificultad para dormir o sueños muy ligeros) o dormir en exceso y aun así sentirse cansado.

Cambios en el apetito y peso: pérdida notable del apetito y de peso o, en otros casos, comer en exceso como forma de aliviar la angustia, con el consiguiente aumento de peso.

Dificultad para concentrarse o pensar con claridad, problemas de memoria y toma de decisiones lentificada.

Sentimientos de inutilidad, culpa excesiva o inadecuada: una sensación constante de “no sirvo para nada” o reprocharse errores del pasado de forma desproporcionada.

Pensamientos recurrentes de muerte o ideación suicida. En los casos más severos, la persona puede pensar que la vida no vale la pena o que los demás estarían mejor sin ella. Estos pensamientos, aunque sean síntomas de la enfermedad, deben tomarse en serio.

Lo más importante es que la presencia de estos síntomas representa un cambio significativo respecto al funcionamiento previo de la persona. Según los criterios diagnósticos establecidos por manuales como el DSM-5  y la CIE-11, para diagnosticar un episodio depresivo los síntomas deben mantenerse al menos dos semanas seguidas e implicar un deterioro en la vida diaria.

No es una “mala racha” breve ni algo que se resuelva con fuerza de voluntad; es un trastorno de salud mental que requiere comprensión y tratamiento.

Causas frecuentes de la depresión: enfoque biopsicosocial.

La depresión suele explicarse mejor mediante un modelo biopsicosocial, es decir, considerando factores biológicos, psicológicos y sociales que interactúan entre sí en cada persona. No hay una causa única ni sencilla; no es que alguien esté deprimido “porque quiere”

Factores biológicos: En la depresión hay implicados desbalances neuroquímicos en el cerebro (como en los niveles de serotonina, dopamina y otras sustancias que regulan el estado de ánimo). También existe una predisposición genética: tener familiares cercanos que hayan padecido depresión aumenta el riesgo. De hecho, estudios indican que aproximadamente un 40% de los casos tendrían un componente hereditario identificable. Asimismo, ciertas enfermedades médicas pueden desencadenar síntomas depresivos (por ejemplo, problemas de tiroides, deficiencias vitamínicas, trastornos hormonales), por lo que siempre es importante descartar causas orgánicas. El funcionamiento del cuerpo influye en la mente y viceversa.

Factores psicológicos (historia personal): Cada individuo tiene una historia de vida única. Experiencias de trauma o abuso durante la infancia, pérdidas afectivas importantes, estrés crónico o estilos de personalidad determinados (por ejemplo, personas muy autocríticas o perfeccionistas) pueden aumentar la vulnerabilidad a la depresión.

Factores sociales y contextuales: Ninguno de nosotros vive aislado del entorno. Las circunstancias de la vida y la sociedad influyen notablemente en la salud mental. Situaciones como el desempleo prolongado, dificultades económicas, soledad o falta de apoyo social, relaciones interpersonales conflictivas o estresantes, e incluso eventos a gran escala (crisis sanitarias, desastres naturales, guerras) pueden precipitar o agravar una depresión.

La OMS señala que cualquiera puede verse afectado por depresión, pero quienes han pasado por abusos, pérdidas graves u otros sucesos traumáticos tienen más probabilidades de desarrollarla. También recuerda que las mujeres tienden a presentar depresión con mayor frecuencia que los hombres (posiblemente por una combinación de factores biológicos, hormonales, y también psicosociales, como la sobrecarga familiar y de cuidados)

Si os interesa este tema, en otro artículo profundizaremos más en las causas de la depresión y haremos especial hincapié en las mujeres

Estos factores no actúan de forma aislada, sino que se entrelazan:

Por ejemplo, una persona puede tener cierta vulnerabilidad biológica, pero quizá nunca desarrollaría depresión si no experimentara un desencadenante psicosocial fuerte como perder el empleo o atravesar una ruptura. Por otro lado, alguien con una vida externamente “buena” pero con predisposición genética y esquemas mentales negativos también puede padecer depresión sin que exista un evento detonante evidente. Cada caso es único, y por eso es importante un enfoque individualizado y comprensivo.

En Mente desde Casa –fieles a nuestra filosofía– vemos a la persona de manera integral, no nos quedamos en lo superficial: tratamos de encontrar el origen y la raíz de la dificultad emocional, explorando estos diversos aspectos de su vida (biológicos, psicológicos y sociales) para ofrecer la ayuda más adecuada.

¿Cuándo pedir ayuda profesional?

No hay que esperar a “estar fatal” para pedir ayuda. Cuanto antes intervengamos, más fácil será recuperar el equilibrio. Busca acompañamiento si:

  • Sientes que la ansiedad interfiere con tu vida diaria.
    Has intentado gestionarla por tu cuenta y no mejoras.
    Estás cansado/a de sentirte siempre en alerta.
    Te gustaría entender mejor lo que te pasa y aprender a manejarlo.

¿Cómo trabajamos la ansiedad en Mente desde Casa?

En nuestra consulta online ofrecemos un enfoque integral:

  • Psicoterapia: para ayudarte a identificar los patrones que mantienen la ansiedad, aprender a regularla y mejorar tu relación contigo mismo/a.
  • Psiquiatría: en caso de que sea necesario valorar un apoyo farmacológico, siempre de forma cuidadosa y personalizada.

 

Además, al ser online, puedes acceder desde cualquier lugar con privacidad, comodidad y sin desplazamientos.

Un mensaje final: la ansiedad tiene tratamiento

La ansiedad no define quién eres. Es una señal de que algo necesita atención, no un fallo tuyo. Con el acompañamiento adecuado, es posible entender lo que te ocurre, recuperar la calma y volver a sentirte tú.

Si quieres dar el primer paso, estamos aquí para acompañarte. No dudes en preguntarnos si quieres saber más.

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